lunes, 8 de agosto de 2016

Te pregunto porqué



“¡Hola! Otra vez vos por acá”, recitaba en mi mente sin cesar. El entró y se sintió como en su casa, como Ricitos de Oro en la casa de los Ositos. Se sirvió un gran vaso de agua y lo tomó con avidez.
Era ridícula la imagen de verme persiguiéndolo por toda la casa como a un niño, como a un perro, o aún peor, como a un gato que es más difícil de atrapar. O una gallina.

Al fin se cansó y sentándose sobre la cama, se quitó la remera y me habló:
— ¿Y? ¿No me vas a preguntar?

“Sí, sí”, le contesté mentalmente. No lograba poder organizar las palabras, ordenar mis ideas.
Me quedé de pie para poder verlo desde arriba e imponer respeto.
Él me miraba con cara de tierno.
Entonces ignoré por un momento sus pies llenos de arena ensuciando mi piso y comencé a preguntar, tratando de respirar:

— ¿Cuál es tu motivo para estar acá?
— Por gusto. Me gusta este lugar.
— ¿Te gusta siempre?
— Siempre.
— ¿Y por qué hoy te pasas?
— Tenía un mensaje que dar. Un mimo, un abrazo.
— ¿Por qué crees vos que es tan difícil abrazarse con mochilas?
— Está en la naturaleza del humano ser un bichito que carga el pasado.
— ¿Por qué en mi sueño?
— Porque vos siempre te acordás lo que soñás. Es donde podes ser vos. Siempre.
— ¿Por qué ahora?
— Porque era hora.
— ¿Por qué un tatuaje?
— Porque son cicatrices artísticas. Las marcas del alma en tu piel. El reflejo del interior.
— ¿Por qué en él?
— Vos sabés porqué.
— ¿Por qué el arte es bello?
— Porque es humano.
— ¿Por qué es tan difícil definir esos conceptos?
— Eso es una preocupación humana.
— ¿No te puedo sacar de mi casa?
— No, hasta que realmente quieras.
— ¿No te quiero?
— Me querés. Mucho.
— ¿Por qué me miras así?
— Porque puedo.
— ¿Será tu ternura infinita?
— No es para tanto.
— ¿Por qué los hilos?
— Bueno, los hilos son…sirven para quedarme en vos. No te lo quería decir para que no te asustaras. Soy una cometa de la primavera. Un arlequín triste. Un Lego destartalado. Parezco una marioneta, ¿por qué no me soltás?, ¿por qué? —Parece que va a llorar.
— ¿Por qué “por qué”?
— No sé, pregunto. Quiero saber lo que pensás, ya que sólo preguntas…
— ¿Qué es para vos esto?
— Un día libre.
— ¿Qué es lo que querés decir, cuando decís “puedo”?
— Decirte que puedo. Creo.
— ¿Es tan imposible? ¿O soy yo?
— Seguramente seas vos. Siempre te bloqueas.
— ¿Me ves como te veo yo?
— Te veo como puedo. Como me sale.
— ¿Me ves?
— Aunque no lo creas…
— ¿Y yo?
— Ah, eso depende de vos…

Se levantó y se puso a dar vueltas como un trompo, como una calesita, como Phoebe. Se morfó todas mis galletitas.
Le grité:
— Está bien, te podes quedar. Pero no te comas todo.





lunes, 1 de agosto de 2016

No alcanzan las lunas

Es noche de Luna en cuarto creciente.
¡Estúpido satélite que no crece para mí!
Quisiera que a esta altura alcanzara, pero no es así. No alcanza ni con que coloque mis ansias o mi sangre como ofrendas.
¿Dónde está ese ser superior?
Puro y blanco como el primer copo de nieve de Navidad.
Este año papá y mamá me prometieron el mejor regalo que me pudieran dar. Sin embargo no lo pude encontrar. O peor aún, lo arrancaron de mis manos y no lo pude ni mirar.
Por favor decime, dama besadora, ¿qué hago con todo lo que le dije?
¿A qué clase de cajón va el amor no demostrado?
¿Qué hago con toda esta ropa que se me pega al cuerpo y no me deja ni caminar?
Y la Luna sigue en su fase, adolescente caprichosa. ¡Luna, seguí tu curso, dejame ser adulto!
Me gustan las responsabilidades.
Y vuelvo a fumar, acodado a la ventana, siempre en el mismo lugar, mirándola, adjudicándole mis rasgos o los tuyos, o algo que me dé consuelo. Que explique qué mierda pasa, por qué me quedé tan solo y apartado, tan ciego e idiotizado. Sin latidos regulares, tan enfermo terminal.
Ayudame, decime qué clase de cosa serviría para tapar toda su risa en polvo sobre los muebles.
Qué hago con esas charlas y canciones verdes.
Con esas imágenes indescifrables de vida.
Con tu primera foto como ser humano.
¿De qué me sirven estas manos si no pueden aferrar tu cuerpo natural? Ahora sólo se van a marchitar. Y que las hidrate con mis ojos no va a bastar.
¿De qué me sirve tener nombre y apellido, si el destino es la soledad?
“Estás tan ciego”, dicen los que pueden mirar. Yo solía ver cuando las lágrimas eran de otro color.
Decime cómo debo de seguir cargando con este cuerpo rasgado que no puede ni intentar ser normal.
Quiero mi parte del trato, la porción de torta que me correspondía.
Que soy muy joven, no lo puedo negar, pero hay cosas que me hacen sentir de más edad.
¿Ves? Otra vez Holden diciéndonos la verdad.
No sé si habrás entendido mi mensaje, no sé si te acordás.
Sólo quiero que sepas que fui más feliz de lo que las palabras pueden explicar.
Estaba repleto de dicha.
Este cuarto creciente no se va a llenar.
Y todo va a sobrar.
Se va a tener que tirar.
Los libros y los discos ya no cumplen su función.
Y ni aunque me quedara en este rincón apartado de mi pueblo deshabitado y colocara mi oreja hacia el centro de la Tierra, tratando de escuchar por donde vas o si te siento caminar…
Nada me va a despertar.

Quizás pueda quedarme así, quieto, para siempre, o al menos mientras dure el temblor o la noche se consuma. Quizás mañana pueda ver, y tarde o temprano, florecer.